jueves, 1 de octubre de 2009

Una noche en la Ópera

Ramiro Fernández Saus
Un día en la Ópera II, 2009,
Óleo sobre tela, 39 x 47 cm.

Libro y película en esta nueva edición de la Sartén. Otra vuelta de tuerca ha sido adaptada varias veces al cine… Seguro que hablaremos de ello próximamente en este blog, porque algunas de las películas (no todas) lo que hicieron fue dar una vuelta de tuerca más y pasarse de la rosca… ¡Tremendas! Pero ahora vamos con otra clase de adaptación de esta misma novela, la ópera de Benjamin Britten.


Otra vuelta de tuerca, ópera de cámara
con libreto de Myfanwy Piper basado en The Turn of The Screw de Henry James,
fue escrita por Benjamin Britten en 1954.


Se estrenó en El Liceu de Barcelona, aunque por entonces hacía sólo un par de años que acababa de quemarse el teatro de las Rambles y durante su reconstrucción las obras se representaban en el teatro Victòria. Fue un 17 de junio de 1996 y allí estaba Roger Alier, crítico de ópera patrio de cabecera, profesor de historia de la música de algunos de nosotros en la universidad. Esta fue su crónica para La Vanguardia:

El tornillo volvió a girar, por Roger Alier

"Las óperas de Benjamin Britten han tenido siempre problemas para estrenarse en Barcelona. Ya en 1953 el empresario Pamias había programado “Peter Grimes”, pero las circunstancias políticas del momento impidieron el estreno. El año del incendio, “Peter Grimes” figuraba en el cartel de la temporada, y nuevamente se canceló. De “The tun of the screw” (“Otra vuelta de tuerca”) se habló en varias ocasiones, y final mente ha sido el espectáculo de clausura de esta nueva temporada de emergencia que el Liceu ha desarrollado en el Victória. La ópera fue presentada por fin en un marco realmente adecuado para ella, puesto que se trata de una ópera de cámara, con una orquesta reducida a una veintena corta de instrumentos. Digamos de entrada que la producción es sencilla y económica en cuanto a medios: un par de proyecciones fotográficas, una de las cuales —la del lago— se repite constantemente; unos interiores de mansión victoriana sencillos pero eficaces y un vestuario atractivo; en conjunto la producción es un verdadero encanto, y funciona excelentemente —si exceptuamos el ridículo coche de caballos de la primera escena—. La dirección escénica logró el mejor rendimiento de los intérpretes —esta ópera tiene, además, un carácter eminentemente teatral— y se hizo notar sobre todo en el movimiento escénico de los niños, realmente fabuloso, y en el de la institutriz. Si alguna objeción tiene cabida en la labor de Hampeserí a que se dedica más a la narración de una pieza de época que a damos pistas sobre el turbio mundo de relaciones que anida en los personajes, reduciendo la obra más a un cuento de extraño final que a darnos su verdadero mensaje.

En cuanto a las voces, señalemos la perfección del canto de Ryan Roben —el niño Miles—, con una voz blanca homogénea, perfecta. y la eficacia de la joven Conxita García, que cantó una Flora realmente muynotable, con un timbre ligero pero de gran calidad; Helen Field se distinguió también como institutriz—es ella quien tiene mayor protagonismo y superó con creces las dificultades de su parte— pero la vozmás notable del conjunto fue sin duda la de Mechthild Gessendorf. ya conocida en el Gran Teatre Liceu(recordemos su magnífica Ariadne de hace pocos años), que en el papel de Mrs. Grose hizo gala de una potencia y de una calidad timbrica de primer orden. Menos fortuna tuvo el fantasma górico Quint (el tenor Stuart Kale, que cantó discretamente el prólogo y las primeras escenas, pero mejoró hacia el final); Nadine Secunde es tuvo un tanto áspera y poco centrada como Miss Jessel, siempre dentro de un buen nivel.

Josep Pons dirigió con seguridad ‘y eficacia la transparente orquesta de cámara que Benjamin Britten diseñó para esta obra. La brevedad de la formación hizo que se oyera algún desliz ocasional de la cuerda, pero en conjunto la magia de la partitura no se perdió y la obra conquistó incluso a quienes habían acudido al teatro con una cierta prevención, prevención contra todo lo nuevo que motivó que el local apareciera con bastantes más claros de lo que es habitual.
La Vanguardia Edición del viernes, 21 junio 1996, página 45.

Ramiro Fernández Saus
Un día en la Ópera V
, 2009,
Óleo sobre tela, 39 x 47 cm.

Una nit a l’Òpera. Exposición de Ramiro Fernández Saus en la Galería René Metràs (Consell de Cent, 331 de Barcelona) con las obras originales que ilustran el programa de la temporada 2009-10 del Gran Teatre del Liceu de Barcelona.

(Fotografías: Long&Ryle)

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