lunes, 10 de marzo de 2008

La Piedra Lunar

Wilkie Collins nació en Londres en 1824. Primogénito del paisajista William Collins -sobre quien publicó un libro, Memoirs of the Life of William Collins, en 1848-, cursó estudios de Derecho en Lincoln's Inn. Su dedicación a las leyes la alternó con la profesión de actor y la de prolífico escritor, publicando a los 26 años su primera novela, Antonina or the Fall of Rome (1850).
En 1851 conoció a Charles Dickens y desde ese momento se convirtieron en amigos inseparables gracias a su común afición al teatro. Colaboraron en las mismas revistas y fueron coautores de varias obras. Dickens murió en 1870, pero al contrario que a su amigo, la fama de Wilkie Collins declinó. A partir de ese mismo año, Collins propició que sus relatos apareciesen por entregas, en un empeño de llegar a un número mayor de lectores. En 1873 viajó a Estados Unidos, país que recorrió durante varios meses ofreciendo lecturas de sus obras.
Wilkie Collins escribió 26 novelas y más de 50 relatos cortos. Entre sus obras destacan The woman in white (1860), Armadale (1866), The Moonstone (1868) y The Law and the Lady (1875). Su última novela, Blind Love, fue concluída por su amigo Walter Besant, ya que Collins, con una salud muy quebrada desde hacía años, sufrió una parálisis parcial en junio de 1889, falleciendo en septiembre de ese mismo año.





La Piedra Lunar, publicada en 1868 , es considerada por algunos críticos como la obra maestra de su autor y una de las más trascendentales del siglo XIX (“ La primera, más larga y mejor novela detectivesca moderna en lengua inglesa”, según el parecer de T. S Eliot). Publicada originalmente por entregas en la misma revista que La Dama de Blanco (del 4 de enero al 8 de agosto de 1868), se publico por primera vez en forma de libro (tres volúmenes) ese mismo año. Desde su aparición la novela dividió a critica y lectores: autores como Swinburne, Chesterton, Kipling, Eliot o Borges han tomado parte en esta contienda. Lo más significativo del libro consiste en presentar los eventos a través de diversos y sucesivos puntos de vista que pretenden aclarar (o confundir, según el interés de los personajes en la historia) la trama de la novela. Cada versión constituye un auténtico ejercicio de estilo -desenfadado uno, hipócrita el otro, culto y elegante el tercero, mordaz el último, etc.- en el que las opiniones crean nuevas opiniones y los comentarios, al multiplicarse, se desdoblan sugiriendo nuevas posibilidades, lo que en última instancia constituye el objeto de toda novela policíaca: un constante despliegue de ambigüedades en pos de la verdad.


- “ Mientras mi madre se moría en su casita en el campo –explicaría más tarde- yo me encontraba postrado en Londres con todos los miembros inmovilizados por la tortura de la gota reumática. Además de soportar el peso de esta doble calamidad, tenía que tener en cuenta mi deber para con el público […] Continué la historia; por mí mismo y también por ellos. En los intervalos ocasionales de aflicción, en los intervalos ocasionales de dolor, dictaba desde la cama la parte de La piedra lunar que ha resultado tener más éxito entre el público: “La historia de la señorita Clack” […] Dudo que pudiera haber escrito otro libro si no hubiese sido porque la responsabilidad de publicar la historia semanalmente me obligaba a reunir mis cada vez más escasas energías de cuerpo y mente, secar mis lágrimas inútiles y vencer los implacables dolores.”

La crisis provocada por la muerte de su madre, mientras escribía La Piedra Lunar, cuando sus dolencias le llevaron a tomar láudano de forma regular, convirtiéndose en adicto. Imaginaos el efecto de las Arenas temblonas puesto de láudano. Estremecedor.


Para más ( muuuuucha más ) información: http://www.wilkiecollins.com/

3 comentarios:

sonja dijo...

caray. ¿de verdad fue el primero en narrar una misma historia desde distintos puntos de vista?

ostras, y ¿cómo que no es más conocido, así como dickens?

Samedimanche dijo...

Ah! Misterios de la herencia literaria...como fue un crápula y escribia novelillas, ni Dickens, ni Proust ni nada. Pobre Wilkie!

sonja dijo...

quizás sí que las herencias literarias como ud dice son caprichosas y rocambolescas puesto que caravaggio, por ejemplo, malgrat sus claroscuros tan judeocristianos fue el campeón de los crápulas, y mira, hasta el menac se acuerda de él... por no hablar de fortuny, rusiñol y compañía y tantisísimos otros de la brocha fina... o será quizás también que los british son demasiado puntillosos a veces... por cierto, ¡me está encantando el libro!