jueves, 24 de enero de 2008

Truman Capote: Crucero de verano






Capote se puso tremendo y Clyde, el empleado del párking de Manhattan, resultó ser un chulazo castigador, de esos que le gustaban a él. Grady, la novia de aquel vernano de aquel lujurioso chico de barrio, era nuestra Teresita mediterránea y "pijoapartera". Crucero de verano nos pareció a algunos una novela de aprendizaje. Un taller literario en el que ya laten todas las versiones posteriores, masculinas y femeninas, de Holly Golightly, y el Nueva York repleto de coctelerías en donde tomarse unos daikiris de Desayuno en Tiffany's.

N
o hubo unanimidad, y eso es lo mejor, en cuanto a la calidad o validez de esta, a pesar de todo, agradable novela. Para unos, una maravilla para haber sido escrita por un aspirante a escritor de tan solo diecinueve años y para haber sido tirada a la basura por él mismo. La rescató el portero del edificio en el que Capote vivía antes de hacerse famoso por A sangre fría haciendo alarde de un buen ojo mercantil, y se publicó póstumamente tras el oportuno paso por importantes casas de subastas. Para otros, la novela es un exceso de metáforas laguísimas y alambicadas.

Pero, en todo caso, estuvo bien que aquel portero la rescatara del cubo de la basura porque su lectura aporta los puntos cardinales de Capote como escritor y confirma sospechas sobre algunos rasgos de su personalidad, los cuales incidirán en su prosa.

Bueno, esto solo ha sido una crónica personal para comenzar con La Sartén, pero añadan, añadan...

Se bebió: Daikiris (la bebida favorita de Truman Capote)
Se comió: patatas fritas de bolsa, panquecas pre-cocinadas, ganchitos ibéricos, sandwiches variados de pastelería de alto copete, pastas de crema de nata y de chocolate. No creo recordar más comida...
Se disfrutó: de unas vistas increíbles desde la casa de acogida y de una agradabilísima compañía.

1 comentario:

sonja dijo...

doy fe de que así fue.